Confesión
Perdóname, Dios mío. Perdona mis pecados
y esta culpa que hoy lloro con los ojos cerrados,
pero otro aldabonazo de conciencia me asalta
y pinta ante mis ojos mi más reciente falta.
He vuelto a hacer jirones el velo del santuario
con todas las espinas que cultivo a diario.
¡Cuánto daría, cuánto, por serte siempre fiel
y no empapar tus labios con mi esponja de hiel!
Sé que nada merezco sino sombra y rechazo
y que la luz me vuelva la espalda de un portazo,
mas mi dicotomía de santo y pecador
–a pesar del pecado– reclama un redentor.
Y en la incesante pugna de mi alma contra el barro
me sublimo, me pierdo, Te busco y me desgarro
mientras mi vida gira como una doble noria
que viste pesadillas con cintillos de gloria.
Pero aquí vuelvo siempre, al pie del crucifijo
que es la llave del cielo con que tu santo Hijo
nos insta hacia lo eterno. Hoy acepto tu oferta.
Por tu misericordia, ¡no me cierres la puerta!
Prometo remendarte tu velo malogrado
volviéndome pequeño, poniendo el mundo a un lado.
Perdóname, Dios mío. Por todos los desiertos
te seguiré buscando con los ojos abiertos.
Jorge Antonio Doré
PoesíaHispana.com
Sin comentarios